Adoraba las tortitas caseras con nata que preparaba la viejita de aquella pequeña cafetería de pueblo. lo que no soportaba era el momento en que la camarera retiraba el plato ya vacío y se veía obligada a posar sus sonrosadas y tiernas manos sobre las grandes zarpas de aquel hombre que esperaban palmas arriba sobre la mesa. Entonces él cerraba los rechonchos dedos como si fueran jaulas sobre su presa y ella sabía que no tenía escapatoria. Trataba siempre de recordar el dulce sabor del postre que aún tenía en boca para soportar el resto de la velada pero en ocasiones hasta esa dulzura se convertía en unas náuseas horribles. No sabía si lo mejor era tratar de permanecer más tiempo en la cafetería agarrada de las manos o salir a pasear por el parque. No le importaba tanto que algún amigo le viera de la mano de aquel hombre gordo y mayor... como las frecuentes paradas a cada dos pasos para recibir uno de esos enormes abrazos de oso que la axfisiaban.
Nunca paraba de hablar. Parecía que no le importaba en absoluto lo que ella hiciera, pensara o sintiera, tan solo hablaba y hablaba,... su trabajo, su intransigente director con el que discutía a cada rato y se encontraba en pleitos y juicios, su nueva casa, su pesado vecino, ¡su mujer!... su triste mujer con la que nunca debió haberse casado... Conocía su vida como si fuera la suya propia, desde los problemas con hacienda hasta asuntos que no deberían salir de la vida íntima de su dormitorio. El caso de su mujer era comprensible porque desde luego no se podía encontrar ni un ápice de atracción en aquella cara de desesperación, en aquel cuerpo deseoso de deseo... en aquellas manos de orco...
Su vida era triste.
Entonces frenaba el recorrido por el parque junto al árbol número 13, se giraba para observarla mejor, frente a frente, y tirando de la mano con la que la guiaba y a la vez cautivaba como en la torre mas alta del castillo, la iba acercando lentamente hacia su redondo cuerpo. Por la mente de ella pasaban infinidad de cosas pero trataba de concentrarse en la desdichada vida que acababa de escuchar y aceptaba con resignación (y la poca ternura que le causaba) el áspero abrazo que le ofrecía el hombre. Con los enormes brazos la abarcaba entera.Su fino cuerpecillo de niña que todavía no hacía mas que insinuar sus futuras curvas desaparecía de pronto en un resoplar de hojas en aquel día de otoño. Podía entonces sentir allí dentro, desde su pecho, los escalofríos que se desataban en el mastodonte. Sabía que a su espalda había cerrado los ojos y se perdía en sus obscenos pensamientos mientras la agarraba fuertemente. Él imaginaba que la hacía suya y ella sentía volar su ingenuidad. El enorme músculo del corazón que latía siempre cansado de soportar aquellas carnes, se aceleraba. La respiración se dejaba escuchar cada vez más fuerte. Y los brazos, por su cuenta, trataban disimuladamente de rozar el cuerpo de la niña por todos los poros de la piel que se exitaban en él. De pronto se hacía consciente de la situación y con un pequeño temblor salía de su trance y la soltaba rápidamente. La pequeña no llegaba a comprender si aquello era realmente malo, tan solo trataba de liberar de su carcel al pobre elefante encadenado. Sentía que una sonrisa del hombre compensaba el sentirse mal un rato.
Al hombre comenzaba a no importarle nada más, y sus pensamientos caminaban ya tan deprisa que ni él llegaba a enterarse de lo que planeaba.
Nunca paraba de hablar. Parecía que no le importaba en absoluto lo que ella hiciera, pensara o sintiera, tan solo hablaba y hablaba,... su trabajo, su intransigente director con el que discutía a cada rato y se encontraba en pleitos y juicios, su nueva casa, su pesado vecino, ¡su mujer!... su triste mujer con la que nunca debió haberse casado... Conocía su vida como si fuera la suya propia, desde los problemas con hacienda hasta asuntos que no deberían salir de la vida íntima de su dormitorio. El caso de su mujer era comprensible porque desde luego no se podía encontrar ni un ápice de atracción en aquella cara de desesperación, en aquel cuerpo deseoso de deseo... en aquellas manos de orco...
Su vida era triste.
Entonces frenaba el recorrido por el parque junto al árbol número 13, se giraba para observarla mejor, frente a frente, y tirando de la mano con la que la guiaba y a la vez cautivaba como en la torre mas alta del castillo, la iba acercando lentamente hacia su redondo cuerpo. Por la mente de ella pasaban infinidad de cosas pero trataba de concentrarse en la desdichada vida que acababa de escuchar y aceptaba con resignación (y la poca ternura que le causaba) el áspero abrazo que le ofrecía el hombre. Con los enormes brazos la abarcaba entera.Su fino cuerpecillo de niña que todavía no hacía mas que insinuar sus futuras curvas desaparecía de pronto en un resoplar de hojas en aquel día de otoño. Podía entonces sentir allí dentro, desde su pecho, los escalofríos que se desataban en el mastodonte. Sabía que a su espalda había cerrado los ojos y se perdía en sus obscenos pensamientos mientras la agarraba fuertemente. Él imaginaba que la hacía suya y ella sentía volar su ingenuidad. El enorme músculo del corazón que latía siempre cansado de soportar aquellas carnes, se aceleraba. La respiración se dejaba escuchar cada vez más fuerte. Y los brazos, por su cuenta, trataban disimuladamente de rozar el cuerpo de la niña por todos los poros de la piel que se exitaban en él. De pronto se hacía consciente de la situación y con un pequeño temblor salía de su trance y la soltaba rápidamente. La pequeña no llegaba a comprender si aquello era realmente malo, tan solo trataba de liberar de su carcel al pobre elefante encadenado. Sentía que una sonrisa del hombre compensaba el sentirse mal un rato.
Al hombre comenzaba a no importarle nada más, y sus pensamientos caminaban ya tan deprisa que ni él llegaba a enterarse de lo que planeaba.
_El próximo día cambiaremos de lugar, ¿de acuerdo?. Estoy cansado de esta vieja cafetería y de sus tortitas de cartón... Conozco un sitio precioso para enseñarte que estoy seguro de que te encantará...
5 comentarios:
Vaya, vaya; Este tipo de relato si que no me lo esperaba de ti... No te pega nada.
[Tono con risas bajas]
Espero que no te hayas inspirado en la cena del Lunes
[Fin risas]
Sigues teniendo un estilo que evoca facilmente imágenes, pero me dejas con curiosidad sobre ella... ¿Es simplemente inocente? o ¿Solo compasiva?
Respecto a el, la imagen cambia a lo largo del relato. Al principio más que una persona parece el abobinable hombre de las nieves (oliendo mál por el sudor no lavado del calor de un clima tan distinto al suyo) y luego le das humanidad, pero con la perdida de la esperanza... Solo depravación.
Como comentario, podrías ser el comienzo de un libro.
(Ya he dicho muchos "pero" ¿No?)
Me ha encantado. Y los dibujos también. Podrían ser tuyos, pero seguramente no lo son. Conociéndote, creo que si fueran tuyos no te atreverías a ponerlos *;P
Pobre hombre. Pobre niña. Pobre mundo...
Abrazos
Me conoces bien, Juanjillo, no son míos (me encantaría que lo fueran) pero son la imagen perfecta de lo que sentía. Un triste otoño...Recibí tu mensajito cuando lo leíste, estaba medio dormida y creo que terminé de entrar en el mundo de Morfeo con una sonrisa en la cara. GRACIAS
Hiperión! por supuesto que no tiene que ver con la cena del lunes... son sólo imágenes, ideas, sentimientos, algún recuerdo... Tus "peros" están perfectamente puestos porque si existen los "comentarios" es porque se acepta cualquier opinión. Además creo que das en un punto importante para ella. No sabe ya si lo que siente es compasión o inocencia... falta de caracter o dejadez de esa inercia...Creo que en realidad no sabe por qué está ahí. En cuanto a él, yo creo que la imagen no cambia, es la misma desde el principio, solo que lo vas conociendo poco a poco... si no, es que no lo supe expresar bien. Ójalá fuera el comienzo de un libro, sin embargo creo que aún me quedan muchos relatos por practicar para conseguir escribir algo más grande. Muchas GRACIAS por el comentario.
Es difícil entender cómo funcona nuestra mente, qué nos hace decidir una vida o una meta y qué nos separa de estas mismas.
Eso y los distintos niveles de necesidad de agradar, de complacer al prójimo, por nuestro propio bienestar..
Clapclapclap, querida ninfa.
Sí que resulta complicado saber hasta qué nivel llega a veces el sentimiento de compasión y esa necesidad humana de "agradar", tal vez para sentirse aceptado en el mundo...
GRACIAS PATITO, me alegro de que te lleguen mis palabras, de que puedas sentirlo tan desde dentro. Aunque creo que en eso tiene más que ver tu poder de empatía... tu imaginación y tu sentimiento. Aún así muchas gracias porque le das sentido a lo que escribo. UN ABRAZO.
Publicar un comentario