Agua caliente

El agua esta calmada.
Es lisa, recta, marca una linea perfecta
a lo largo de todos los límites que la sustentan.


El agua me abraza todo el cuerpo.
Es caliente, ardiente.
No habla pero entiendo su silencio.
El único movimiento
está en mi ombligo que sube y baja.
Creo que aún respiro.
Creo que aún siento.

En la perfecta superficie que marca la frontera
entre el cambio de estado de este oxígeno,
una protuberancia insultante se introduce sin permiso.
Es un tubo gris,
quizá origen de este agua
mas no por ello sutil
a la hora de violarla.


La impoluta rectitud queda así atravesada
por el horrible tubo gris que la clava cual fría espada.
Contra su voluntad penetra ese fálico instrumento
que rompe la virginidad de mi agua
creando ondas como de viento.

Y pasa el tiempo, pasa el tiempo...
mas mi cuerpo medio muerto no responde a mis deseos.
El ombligo sube y baja cada vez más lento.
En la superficie irrumpen ahora también mis pechos.
Dos violetas marchitas oxidándose por ese viento.


Al volver a abrir los ojos no reconozco ya la pureza
de este agua que era cierta.
Su inocencia encubierta ha teñido de rojo
hasta la superficie ambigua ya casi ciega.
Aunque en su perfección sigue marcando la línea recta,
no es ya mi virgen, transparente
y dulce agua ardiente.


Vuelvo a tener sueño, ya no importa ningún tubo gris.
Ya no preocupan los demonios que observan.
Sé que camino con ellos,
sé que me esperan...

No me queda sangre en las venas, ahora duermo.


Ahora duermo.