10 de abril de 2007

El tocadiscos

Su escondite favorito se encontraba en el lugar más transitado de la casa. El armario empotrado del pasillo de entrada. Nadie se percataba nunca de lo largo que era aquel habitáculo pegado a la blanca pared, el blanco armario empotrado del pasillo de entrada. El mejor lugar para escapar del mundo real. Ella siempre se escondía allí. Seguramente por las caricias que recibía de los enormes abrigos de pieles de la abuela. Podía recorrer el pasillo de lado a lado dentro del mismo armario mientras sentía los pelillos de los abrigos rozándole el rosado rostro infantil. Se abrazaba al abrigo negro que llegaba hasta el suelo y se quedaba así, quieta, un buen rato. Eran esos domingos lluviosos de otoño los que le hacían descubrir los secretos de la abuela.

La casa estaba dividida en dos partes, la del matrimonio con la niña y la de la abuela. El lado prohibido para la niña era el de la abuela, por supuesto. Estaba lleno de muebles antiguos, cuadros valiosísimos, lámparas de un antiguo palacio,… y un precioso y gigante espejo dorado que ocupaba toda la pared del salón y delante del cuál se pasaba horas con su tutú, dando vueltas como una bailarina de cajita de música. No debía entrar allí sola y era lo primero que hacía cuando, al salir del armario, no veía moros en la costa. La puerta de separación entre los dos lados siempre se cerraba con llave por la noche. Una puerta blanca y con un espejo ahumado en medio pero por el día se quedaba abierta. Lo mejor de ese lado de la casa era el despacho del abuelo. Un despacho de un médico que ya no estaba allí. Había un montón de artilugios extraños los cuales daban mucho de sí para inventar juegos pero sin duda, sin duda, lo más divertido era el mismo cuarto de la abuela. Allí había un tocadiscos tan antiguo que nunca imaginarías por dónde entraban los discos. Tenía en la parte frontal unas teclas color marfil acomodadas a modo de pianola. A la niña le encantaba sentarse allí delante e imaginar que tocaba un magnífico piano de cola delante de todo un auditorio que la aplaudía. Previamente a su concierto imaginario se había acicalado con los blancos polvos de la cara de la abuela y se había puesto colorete en las mejillas. El pintalabios color carmín no conocía los límites de su boca y el azul zafiro con el que maquillaba sus pequeños ojos llegaba prácticamente hasta sus arqueadas cejitas. Después, cuidadosamente, tomaba los broches del escarabajo turquesa y la mariposa y se los colocaba en el centro del pecho. Pero sin duda el momento más mágico era cuando se situaba frente a la cómoda mirándose al espejo de madera tallada y se colocaba, muy seria, como si la estuvieran coronando, la brillante diadema de princesa que guardaba la abuela en el último cajón. Entonces ya estaba preparada para su concierto.
Todos los objetos de la casa de la abuela eran parte de las historias que le contaba cuando se iba a la cama. La abuela había vivido en un antiguo palacio y eso, para la imaginación de nuestra niña, era el mejor escenario para todos sus cuentos. Los viajes a la India de donde traía los más increíbles vestidos de lentejuelas y sedas, las joyas de China, o las máscaras de África… todo era un mundo mágico para ella. Todo objeto era susceptible de tener su propia y historia y cada día, en cada juego, inventaba una diferente.
Aquel día, en el último concierto, murió el tocadiscos. Era increíble que siguiera funcionando después de tantos años… la niña escucho tocar las últimas melodías que decían adiós, pequeña, fue divertido mientras duró. La abuela se enfado muchísimo. Seguramente era algo muy valioso porque se lo estuvo recordando durante años y años… Sin embargo, la niña, no entendía porqué era tanto problema. Se podía seguir jugando con él, ¿no?.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Rincones mágicos para los niños solitarios en las horas de siesta.
Un soplo de alegría e imaginación para las tranquilas tardes.

¿Por qué quitar mundos sin saber como son? Motivo: un efímero amor material.

Coger de nuevo los gemelos dorados de mi padre y volver a darle forma a ese objeto tan raro o ser un espectro invisible que observa los juegos de los niños.

Negartija dijo...

Qué lindos tus sueños infantiles
:-)